Me gusta del pueblo que aún se ven estrellas desde aquí.
No muchas, es cierto, pero se ve alguna.
Y yo, que le tengo pánico al universo sin límites que hay allá afuera, y que me aterra pensar en masas enormes que nos rodean, en fin, aún con todo soy una gran amiga de las estrellas.
Y de la luna llena.
Creo que lo mejor que tiene el universo son la luna y las estrellas.
O igual es que es verdad que la noche está hecha para los locos y los artistas.
(Yo peco un poco de loca)
Me gustan los días de primavera en los que hay luz solar a raudales.
Pero el invierno tiene algo bueno, muchas más horas de estrellas.
Muchas más horas de luna, cuando la hay.
Me gusta la luna porque es como una mujer. Con sus ciclos y sus cosas.
Hace lo que quiere, y eso es precioso.
Me gustan las mujeres que hacen lo que quieren.
Más allá de patriarcados opresores.
Más allá de parejas estándar.
Más allá de los demás.
Me gustan las mujeres que son capaces de llenarlo todo de luz.
Que pasan por la vida de los demás iluminándola, y nada más, pero sin dejarla a oscuras cuando tienen que irse.
Me gustan las mujeres eternas. Esas que aunque ya no estén siempre viven en nosotros.
Me gustan las mujeres que leen a Neruda tanto como ven porno.
Me gustan las mujeres que dan para todo.
Me gustan más las que hacen el amor que las que follan, aunque aveces siento un poco de envidia de las segundas.
Me gustan las mujeres que duermen solas. Las que sólo se abrazan a peluches o a animales.
Me gustan las mujeres que tienen a sus hijos. Hijos de ellas, y de nadie más.
Me gustan las mujeres que duermen con sus bebés. Las que dan el pecho.
Me gustan las mujeres que hablan de la regla sin tabú ninguno.
Me gustan las mujeres.
(Y sin embargo, me cuesta tanto amarlas que aquí estoy.
Soy un proyecto de bollera a medias, y siempre lo he sabido.)
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