Cualquier persona con acceso a internet habrá podido ver las imágenes aéreas de una Madrid colapsada por los manifestantes, así como imágenes de policías agrediendo a manifestantes y manifestantes respondiendo con violencia a estas agresiones.
Aquellos que sólo acostumbren a hacer uso de los medios informativos masivos probablemente no hayan accedido a la parte de la violencia ejercida por parte de la autoridad, pero eso es un tema de debate en el que de momento, no quiero entrar.
El quid de la cuestión en este caso es la gran cantidad de imágenes violentas que se han mostrado al respecto, cuando para los que estuvimos allí no son imágenes ni historias representativas. Ocurrió, es cierto, pero antes de los altercados se produjo una manifestación larga, tanto en tiempo como en espacio, multitudinaria y completamente pacífica.
He de reconocer que por motivos personales llegué un poco más tarde del comienzo de la misma, pero esto me fue favorable al final, pues mientras buscaba a mis compañeros de la Columna de Extremadura pude recorrer una gran parte de la manifestación (desde Atocha hasta un poco más allá de la fuente de Neptuno) y observar los diferentes colectivos y ambientes que se daban.
Nada más llegar a Atocha y salir de la boca del metro ya se escuchaba música. Sí, música, y no gritos de horror, ni golpes, ni tiros. La gente estaba cantando y bailando, e incluso había participantes que llevaban sus instrumentos para marcar ritmos animados que nos hacían avanzar a los compañeros con una sonrisa en la boca.
El primer colectivo que me crucé fueron los compañeros de CNT que, si no recuerdo mal, bailaban, ondeaban sus banderas y cantaban al ritmo de sus pasos.
Seguí andando y confluí con muchos otros colectivos, Columnas de diferentes comunidades como Andalucía, Euskadi, Galicia…, también colectivos de Ecologistas, e incluso me crucé con unas chicas cuyas pancartas rezaban “Gitanas y Feministas”.
Pude ver a muchas familias, a amigos, a gente feliz compartiendo un día histórico con sus hijos y sus mayores. No había límite de edad, pues desde bebés de meses hasta “yayoflautas” acompañaban los cánticos.
Si hubo alguna sensación predominante, diría que fue la de unidad. No suelo tener la oportunidad de acudir a manifestaciones tan multitudinarias, pero de las que he ido esta fue una de las más amables. Nada de aglomeraciones. Nada de agobios. La lucha se hace respetando al compañero, y allí todos éramos compañeros incluso, a veces, hasta amigos.
En los medios no hablan de la gran cantidad de personas que se movilizaron para llegar a Madrid. Por ejemplo, en cuanto a Extremadura se refiere, unos 18 autobuses, y más de 200 personas en las Marchas a pie llegaron a Madrid con ánimos positivos el día 22. En concreto siento que ese compañerismo, esas ganas, se palpan desde el momento en que un antiguo compañero de clase se acuerda de ti y te comenta que hay autobuses que llevan a gente gratis a Madrid para la manifestación. Puede parecer una tontería, pero cuando llevas meses sin saber de una persona y dicha persona se acuerda de ti para luchar, a mi al menos, me emociona.
Según avanzaba por la manifestación buscando a mis compañeros y, me atrevo a decir, compatriotas también, fui testigo de como un periodista pedía a dos chavales de la manifestación que se pusieran un pasamontañas para hacerles una foto. En ése momento me imaginé una portada de periódico con un rótulo enorme que rezaba “22M, radicales de izquierda destrozan Madrid”, o algo por el estilo.
No hace falta ser un genio para conocer la manipulación de los medios masivos. Incluso un helicóptero pasó sobre nuestras cabezas, transversal a la manifestación, sobrevolando menos de un noveno de la misma, en fin…
Aunque me parecía imposible, dada la gran cantidad de gente, entre gritos de lucha y paso parsimonioso llegué a la Columna de Extremadura, ¡por fin!, y encontré a mis amigos y compañeros encabezando la misma. Y ahí fui yo, con ellos, loca de contenta por haber llegado sin problemas y con todo el ánimo de participar y embeberme de aquello que estábamos viviendo.
Y así es que avanzamos, lento pero con decisión. Con compañeros de Euskadi primero delante, luego entre nosotros. Con uno de los grupos ecologistas unos metros más allá. Con jóvenes y mayores, pues insisto otra vez en el gran abanico de edades que nos rodeaban.
Hay algo que pude respirar durante casi más de tres horas el sábado pasado. Pude respirar alegría. Alegría porque de repente ya no estábamos solos. De repente, la lucha ya no era sólo de los estudiantes, los jubilados, los afectados por el ERE de Coca Cola Company, los maestros o los bomberos. De repente estábamos todos, juntos, en una Madrid más bella que nunca que acogía a su paso a una marea de dialectos que, en conjunción, forman este país que nos quieren robar.
Recuerdo que nos sorprendimos de cómo al pasar por La Cibeles no había ningún policía vigilándola, pero ella no nos tenía miedo, porque sabía que no somos radicales destrozaestatuas, sino personas que han decidido luchar por sus derechos por primera vez en años de una manera activa.
Hoy, cuatro días después de ésta Marcha que ya es histórica, en la televisión y los periódicos sólo se habla de violencia, en los debates sólo se recuerda cómo el 15M fue también histórico pero no llegó a nada, y en la calle se sigue luchando.
Yo, como tantos otros, tuve que volver a casa, tan lejos de mi querida Madrid, hoy más luchadora que nunca.
Sé que allí hay gente durmiendo en la calle, acampando por su dignidad y la de todos. Sé, que hay gente acampando de hecho por toda España.
También soy consciente de que probablemente nos quede mucho que aprender. No dejamos de ser hijos de un sistema opresor y competitivo que nos ha enseñado a vivir en capas sociales y con posos casi estamentales que nos hacen estar acostumbrados a las jerarquías.
Personalmente, no creo en jerarquías, quizás porque el feminismo lucha contra la jerarquía más potente y antigua, el patriarcado, y yo me declaro cada día más feminista, aunque mi lucha sigue en pie.
Es probable que hasta que no dejemos de usar insultos patriarcales, hasta que no dejemos de creernos mejores por haber leído o viajado más, hasta que no aprendamos a no hacer daño a otros seres vivos ya sean personas o animales, no podamos tener el mundo que realmente creo hoy la mayor parte de seres humanos que habitan el planeta queremos.
Pero me fui contenta de la manifestación, de la multitud, de la lucha, del saber que no todo fueron policías cargando contra nosotros antes de tiempo, no todo fueron compañeros respondiendo a la agresión policial. Esta multitudinaria marcha se compuso y compone de mucho trabajo y de muchas personas. De muchas horas y muchas ganas. Y por todo ello estoy segura de que hoy, que podemos contar lo que vimos y vivimos, sólo es un comienzo para un cambio real.
Porque queremos a nuestro país y vamos a luchar por él, gracias Marchas de la Dignidad.
Fotografía: Daniel Dominguez Rodriguez
@MrDan95
Texto: Elsa Álvarez Schwellenbach
@els_alvarez
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